Era negra, pobre y mujer en el Kentucky de los 50. Bello hooks parecía condenada. Pero luchó por ella y por todos los oprimidos. Porque, como dice su libro, ‘El feminismo es para todo el mundo’.
Su verdadero nombre es Gloria Jean Watkins, pero entrará en los libros de historia como bello hooks, así, en minúsculas, que es como pretende pasar ella por la vida porque el que destaque no sea su figura, sino sus ideas. Y cuando entre en estos libros durante tanto de tiempos vetados a las mujeres habrá conseguido un triunfo mayúsculo, porque su lucha feminista no será teoría: será resultados.
Gloria Jean Watkins nació en un pequeño pueblo de Kentucky, Hopkinsville, en 1952. Media docena de hermanos (cinco chicas y un chico), un padre con un ajustado sueldo de vigilante, una madre ama de casa y una experiencia poco agradable en un instituto integrado plagadito de blancos (después del paso por una escuela segregada) le hicieron tomar conciencia que el lugar que le había sido asignado en el mundo no le iba a posar las cosas fáciles: negra, pobre y además mujer. Si en casos como el suyo la orden de los factores altera o no el producto es una cosa sobre la cual Gloria Jean, doctorada en Lengua Inglesa con una tesis sobre Toni Morrison, continúa reflexionando y, armada (y anclada) con el bagaje de bello hooks, escribiendo.
Porque bello hooks es un alias y una arma. Resulta de la combinación de las letras de los nombres y apellidos de su madre y su abuela, y la posiciona en el mundo y le da una perspectiva de análisis fundamental en su obra: la vivencia.
GRITO CONTRA La OPRESIÓN
Casi dos décadas habían pasado desde la primera vez que hooks publicó un libro teorizando sobre la triple segregación -de raza, de clase y de género- que había sufrido en sus carnes (‘Ain’t Y a woman? Black woman and Feminism’, de 1981) cuando apareció en los Estados Unidos la obra que, 17 años más tarde (17 años más tarde!), se acaba de publicar en castellano: ‘El feminismo es para todo el mundo’, 19 capítulos que abordan cuestiones como mujer y ocupación, raza y género, el matrimonio y las relaciones de pareja, la educación feminista, la imposición de los cánones de belleza o la masculinidad feminista. Un libro con dos objetivos fundamentales: eliminar prejuicios en torno al feminismo y sacarlo de la academia para hacerlo llegar a las mujeres de la calle, puesto que hasta entonces parecía una lucha exclusiva de las mujeres blancas burguesas, que rechazaban incluir el componente racial y el de clase en su reivindicación, porque creían que la descafeinaba.
no solo a ellas. El título del libro hacía (hace) un llamamiento claro: el feminismo es un grito contra la opresión, y los hombres tienen que conocer y secundar este movimiento no solo porque los hará tomar conciencia de su responsabilidad en el sexismo, sino también porque ellos mismos son víctimas del sistema. Hooks no se cansa de repetir que la lucha tiene que ser conjunta porque el enemigo de la mujer no es el hombre, sino el patriarcado, del yugo del cual él tampoco escapa.
¿REFORMISTAS O RADICALES?
La mirada de hooks se posa también sobre el propio movimiento: sobre la forma en que algunas mujeres perpetúan el machismo, sobre la necesidad de detectar -y comprender y denunciar- qué otras discriminaciones se superponen a la de ser mujer, sobre la diferencia entre las feministas reformistas, las que solo aspiran a conseguir las cotas de poder de los hombres, y las radicales, las que tienen claro que «nunca conseguirán la igualdad dentro del patriarcado supremacista blanco existente», escribe el activista. Las que no propugnan un feminismo antihombres, sino antiinjusticias. Curiosamente, las que suelen llevarse, hoy y aquí, el apelativo ‘feminazis’. Las que más miedo dan al sistema. Os suena, no?
Porque el libro de hooks no solo habla del que pasaba en los Estados Unidos hace 50 años: por desgracia, hace 20 años estaba hablando de hoy. No de allí, entonces, con ellas. De aquí, ahora, con todos.
Font: El Periódico de Cataluña
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