Artículo de Esther Pino, Filóloga y máster en estudios de la mujer y políticas de igualdad de oportunidades. Experta en derechos humanos, cooperación, género e incidencia política.
En 1405 Christine de Pizan escribió La ciudad de las damas. En ella, se ofrece por primera vez la mirada de una ciudad habitada y construida por mujeres, reflejo de lo que estas desean, pero también de su contribución real y potencial y de un modelo de ciudadanía muy avanzado. La autora establece un diálogo con figuras alegóricas como la Razón, la Derechura y la Justicia sobre temas de plena actualidad, como la violación, la igualdad entre hombres y mujeres o el acceso de las mujeres a la educación, mostrando las caras de la discriminación que trata de desvelar y poner en cuestión.
La elección de la ciudad para describir el modelo de sociedad que la rodea resulta acertada, porque en la ciudad se concretan e interrelacionan las diversas dimensiones de la violencia y la discriminación, y también las oportunidades. Si nos paramos a pensar cómo vivimos hombres y mujeres la ciudad, constatamos cómo el lugar que ocupamos en el mundo se deja sentir en el uso que hacemos de los espacios y cómo nos movemos en ellos.
Las mujeres hemos pasado de tener limitados los espacios en las ciudades a ocuparlos de forma continua y dinámica.
Hoy estamos presentes en los mercados, los colegios, los centros culturales, las asociaciones vecinales y sociales y las iglesias y, por fortuna, cada vez más en las universidades, las empresas y las instituciones. Muchos de estos espacios son habitados mayoritariamente por nosotras, debido a la división del trabajo que aún persiste y los roles asumidos en la intendencia doméstica, la educación de hijos e hijas y la mayor proactividad en el voluntariado social y religioso. Hay otros a los que no logramos acceder en la medida que sería deseable o en los que no nos sentimos seguras. Es indudable el avance en la conquista de las ciudades, pero hay resistencias que es necesario vencer para que hombres y mujeres accedamos por igual a las oportunidades de realización profesional y personal que estas nos ofrecen.
¿Qué ciudades queremos, para qué modelo de sociedad?
Seis siglos atrás Christine de Pizan describió con gran lucidez un modelo de ciudad que reclama la participación y protagonismo de las mujeres. A unos días de las elecciones municipales, con el telón de fondo de una Agenda Urbana que sitúa las ciudades en el centro de la dinámica social, cabe preguntarse hacia dónde estamos proyectando su configuración y desarrollo. Los gobiernos municipales están asumiendo un liderazgo creciente en su transformación, pero ¿qué ciudades queremos, para qué modelo de sociedad? Los ayuntamientos tienen ante sí la oportunidad y el reto de hacer que las ciudades del siglo XXI sean también ciudades con y para las damas del siglo XXI.
Algunos han hecho ya una apuesta por construir ciudades más igualitarias. Es el caso de Cabrera de Mar, primer ayuntamiento en obtener el Distintivo SGCity 50 por la igualdad de género. Un sello de calidad que ofrece un reconocimiento público necesario para poner en valor el compromiso de los gobiernos locales con los derechos de las mujeres y constituye un instrumento excepcional para avanzar en políticas públicas más igualitarias y participativas.